Ah, eres tu {Lorena}

Me ofendí. Su comentario cargado con aquel pretendido tono de víctima y burla, me hizo enojar. ¿Cómo se atrevía a practicamente llamarme mentirosa? ¿Es que acaso le había dado motivos para ello? Hice un autoanálisis de mi comportamiento como su novia y si bien no me catalogaba como la mejor del mundo, tampoco me consideraba un total fiasco. ¿Algo bueno debía haber tenido no? O quizás no y ese había sido el problema después de todo. Aparté los pensamientos de esos lares, estaba segura de que no sacaría nada bueno de allí y no quería deprimirme tan temprano.

-Que buen concepto tienes de tu ex novia, Della Costa.-comenté ofendida e hice lo que solía hacer en situaciones como esas. Cruzarme de brazos, sacarle la lengua y apartar la mirada. Si si, quizás y solo quizás estaba sobreactuando un poco, pero me había dolido que tuviera dudas sobre mi sinceridad.

Escuché su comentario pagado de sí mismo y me dí un coscorrón mental al haber subido su ego aún más.-Y quién dice que antes podías?-contesté por contestar, encogiendome de hombros aún sin mirarlo. De improviso, el horizonte había captado mi completa atención. No iba a reconocer que antes era capaz de hacer trizas mi corazón y la idea del amor que mi mente había formulado, si se lo hubiera propuesto. ¿Para que decírselo si estaba más que segura de que él era consciente de ello?

Casi sonreí al oir su respuesta. Solo casi. Como supuse, no me había equivocado al pensar que preferiría quedarse y no era nada extraño. En cierta parte me apenaba que no tuviera la motivación suficiente para volver y visitar a su familia. La familia de mi ex novio era una de las mejores que había conocido en mi vida y estaba segura de que lo extrañarían, después de todo, sería solo una visita de la cual volveríamos y continuaríamos con la vida que ya teníamos aquí. Pero aun así lo entendía, o por lo menos lo intentaba. No iba a intentar convencerlo, como sí hubiera hecho hace un tiempo atrás cuando la situación era diferente, ya no era nadie capacitado para opinar sobre su vida privada y supuse que le molestaría que intentara hacerlo cambiar de opinión.

-Les mandaré tus saludos-comenté sin ninguna inflexión en mi voz. Ese era un tema aparte. No dejaría de visitarlos o darles la tranquilidad de saber que su hijo estaba bien solo por el hecho de tener a un tonto como ex novio.

Con la brisa alborotando mis cabellos y balanceando suavemente las piernas en el aire, alcanzé a oír como se sentaba en el suelo, o quizás se estaba recostando, no podría precisarlo. Mantenía la vista fija en el horizonte, no dispuesta a girarme en algunos minutos más, pues mantenía latente el pequeño enojo que su comentario había causado en mí. No me gustaba molestarme y no solía hacerlo con frecuencia, pues las bromas y fastidios de Benja,~por más que algunas veces resultaban bastante infantiles~ me divertían y no conseguía molestarme por mucho tiempo.

Un pequeño silencio se instaló entre ambos y su comentario siguiente logró descolocarme lo suficiente como para intentar girar el rostro e interrogarlo con la mirada. Por suerte logré contenerme a tiempo y simplemente llevé mis manos hacia atrás, usandolas de soporte, mientras continuaba con la vista al frente. Como si se tratara de pequeños flashbacks, uno a uno, los recuerdos que él iba nombrando volvían a mi mente, arrancando de mis labios más de una sonrisa.

Observar los atardeceres siempre había sido uno de mis pasatiempos favoritos. En México, junto a la compañía de Benjamín, se volvieron constantes en mi vida que al viajar a Estados Unidos, extrañé en demasía. Al llegar aquí, grande fue mi ilusión al notar que por lo menos disfrutaría nuevamente de los atardeceres en la playa. La compañía de Benjamín en esos momentos era algo de lo cual ya no podía disfrutar, pero pecaría de mentirosa si no admitiera que más de una vez había provocado una discusión cercanos el momento y el lugar solo por la morbosa sensación de la añoranza por tiempos anteriores. Eran recuerdos como los que él acababa de mencionar, aquellos que mi mente guardaba con recelo. Apartados en un lugar especial, en donde no pudiera sacarlos con la frecuencia deseada, pero tampoco dejarlos en el olvido.

Mi mente se negaba a recordarlos por el simple hecho de autoconservación. Sabía que si destapaba la cajita de los recuerdos, la añoranza y el amor sería lo primero en salir, dejando paso a la confusión, las dudas y la incomodidad que traería el no saber diferir los tiempos. El pasado, pasado está y el presente, es ahora. No iba a permitir que reinara la incomodidad y la incertidumbre entre nosotros por el simple hecho de no poder controlar mis emociones. Era por eso que todo era más sencillo de esta manera. Discutiendo y llevandonos al límite de nuestra paciencia, pero aún asi, uno en compañía del otro. Porque no había nadie que me sacara de mis casillas mejor que Benjamín, y estaba segura que nadie podría hacerlo renegar tanto, en tan poco tiempo, que no sea yo. Modestia aparte, claro está. Podía manifestar mi cariño de una manera retorcida y extraña y sabía que a su vez, él hacía lo mismo. Muy en el fondo, lo creía así.

Mantuve la vista al frente, ladeando ligeramente el rostro al permitir sumergirme por unos segundos en los recuerdos. Solo por esta ocasión. Una pequeña risita acompañó a la suya cuando recordó el encuentro con aquel tipo del bar. Un ojo morado, un labio partido y algo de dolor de cabeza~en parte por la golpiza, en parte por el trago~fueron algunas de las consecuecias de aquel encuentro.Más el infaltable hielo, algodón y lo necesario para aliviar la golpiza, como algunos abrazos y muchas risas fue todo lo necesario esa noche.-Felizmente que la impulsiva soy yo, sino imaginate....-comenté con un dejo de diversión, aun sin atreverme a mirarlo.

Fue su ultimo comentario...o lo que me dio la impresión de escuchar, lo que me permitió girarme y clavar la mirada en aquellas orbes azules que no podían mentirme.-Me alegra saber que no guardas en tu memoria solo las discusiones y los malos momentos de nuestra relación. Es un...bonito detalle.-murmuré sonriendo ligeramente, demostrando así que no quedaba ni un ápice de enojo en mí. Genial, siempre lo mismo. No podía durar ni cinco minutos molesta con él? Que injusta es la vida.

Una última sonrisa fue lo que marcó el final de aquel extraño encuentro. Diferente a casi todos lo que habíamos tenido desde que llegamos a este paraíso y se marcó una notoria diferencia en nuestros tratos. Un lapso de tiempo que nos había permitido volver a ser el Benjamín y Lorena de antes, de México. Sin incomodidades ni máscaras. Solo uno en compañía del otro, como los dos amigos que siempre fuimos y que en el fondo aún éramos. Si bien el cariño que surge al enamorarse, podía llegar a desaparecer, aquel que nace con la sensación de amistad y confianza, era permanente. O por lo menos yo lo creía así.

Lo vi ponerse de pie, sacudirse la ropa y anunciar su partida de manera repentina. Debía irse había dicho. No pude evitar reir suavemente, no en son de burla ni mucho menos. Solo por el hecho del conocimiento. ¿Cuando entendería que a mí no podía mentirme? Quizás algún día se lo diría. Sus gestos, el tono de su voz, la repentina tensión en su postura, pero sobre todo su mirada era aquello que no podía engañarme. Lo notaba de inmediato y era hasta cierto punto gracioso, jamás tierno, ninguno de sus gestos o acciones eran tiernos, según él. Si, claro. Y yo era uno de esos angelitos que habían caído del cielo. Porsupuesto.

Tuve la intención de decir algo. Quizás un comentario sobre su repentina prisa, o su deber por volver. Solo para sembrar la semilla de la sospecha en él, de que me había dado cuenta. Mis labios se separaron con la intención de decir algo que jamás salió. Volví a cerrarlos al recapacitar, y decidí que lo mejor sería no decir nada. Sonreí apartando la vista y visualizando el horizonte delante mío. Lo mejor sería que se vaya. Y porsupuesto, que yo no vaya con él. Este día había empezado por demás extraño y tal vez ya iba siendo hora de que todo volviera a la normalidad. Los recuerdos que habían salido tras sus comentarios, aún seguían latentes en mi mente y eso no era para nada recomendable. No mientras siguiera en su compañía. Debía aislarlos hacia lo más profundo de mi mente, donde estuvieran seguros y no trajeran problemas a nadie, y recomponer mi infalible coraza. Ya había sido suficiente desequilibrio y extrañeza por un día.

-Me quedaré.-asentí sin mirarlo. Esperaba que por su parte también entendiera que lo mejor era poner distancia ahora que la situación estaba bajo control y no esperar a entrar a zona roja. Tantos recuerdos y buena compañía podrían causar cualquier cosa en mí. Cualquier cosa de la cual, luego podría arrepentirme. O arrepentirnos. Y eso en definitiva no era lo que buscaba. Después de todo, ya había estado enamorada una vez, por su culpa, o de él, en su defecto...Y con el amor, viene el dolor. Irremediablemente. No quería volver a sufrir, ni tampoco que él lo hiciera. Estabamos bien así, casi a golpes y fastidios, pero retorcidamente bien.-Aún tengo un lugar que buscar...-agregué como una excusa que en parte era cierta. Aun debía buscar la cueva que había visto hacía algunos momentos. Mi lugar. Éste era de él, por así decirlo, y yo ya no quería molestar.

-Adiós Benjamín...-murmuré girando por última vez el rostro para despedirme correctamente. Le sonreí una vez más, antes de volver a dejarme caer hacia el saliente que me guiaría a mi nuevo lugar. O al que creía que encontraría. Esperaba que así fuera.