Personajes Pre Determinados

Un día duro, no, ¿por que iba a serlo?, simplemente un día más. Con una pila de libros encima de mis brazos caminaba lentamente por los pasillos de la residencia de las chicas, directa a mi habitación. Me apetecía descansar, quizás leer un libro, o ver una película. Rápidamente coloque los libros de sobre mi mesa de trabajo, para después echar un vistazo a la colección de libros que tenía en una estantería ya memorizados y releídos varias veces. De repente se me habían quitado las ganas de leer. ¿Leer lo mismo otra vez?, no, no me apetecía. A por la segunda opción, película. Tenía pocos DVD's pero hacia mucho que no veía un peli, así que podía estar divertido. Empece a rebuscar en los cajones en busca de caratulas, nada ni rastro, ¿Que había hecho con ellas?, a saber. Me rasque levemente las cabeza. Pues nada, me deje caer sobre mi cama, que iba ha hacer ahora, no me apetecía quedarme allí aburrida. Me levante lentamente, y fui hacia la ventana, la abrí y una brisa de aire frió, y limpio, recorrió toda la habitación haciéndome estremecer, al mismo tiempo que alborotaba mi pelo castaño, no me importo en absoluto. Cerré los ojos, y disfrute del momento, me sentía libre, me sentía en paz, tranquila.

Aquella calma duro poco, como siempre. Los chillidos inundaron la habitación, mi compañera había entrado, y como siempre amando ruido y barullo, casi instintivamente hice una mueca de desagrado, por suerte no la estaba mirando, sino hubiésemos empezó una pelea, y yo no tenía ganas,, además siempre salía perdiendo. Mi compañera de habitación era todo lo opuesto a mí, siempre quería ser el centro de atención, la que montaba las mejores fiesta, el alboroto personificado, vamos un huracán. Aun que si solo fuese eso, pero su segundo apellido era hipócrita, y su tercero superficial, unas de las pocas que odiaba. Así que sin pensarme lo dos veces, cogí mi MP3 que reposaba sobre mi mesilla, y sin mirarla salí por la puerta, dejando tras de mi lo que estaba segura que sería una mueca de despreció por su parte.

Conecte los auriculares al MP3, y los encaje en mis orejas, después deposite mi MP3 en mis vaqueros. Empece a caminar lento, sin rumbo, no sabía a donde dirigirme ahora, pero no me importaba, enseguida me sentí mejor al oír como comenzaba mi canción favorita en el MP3, bueno la que en ese momento era mi favorita pues muy a menudo cambiaba de parecer, sin casi saber como empece a tararear aquella canción, Little House de Amanda Seyfried.

Tras una hora recorriendo todo el campus en busca de un lugar tranquilo donde poder sentarme, una puerta abierta se presentaba ante mí, sabía a donde llevaba, pero aun así entre cerrando tras de mí la puerta. ¿El sótano? No me gustaba mucho la verdad, no iba a admitirlo en voz alta pero quizás fuera miedo, bueno quizás no, era miedo.
Baje despacio, allí no había casi luz, por lo que extendí las manos para, uno poder estabilizarme ya que no me fiaba mucho de si andaría en linea recta y no quería caerme, y dos por si había algún obstáculo. Al fin llegue, y a tientas busque un interruptor, cuando lo encontré, lo encendí, y una pequeña bombilla que colgaba del techo se encendió, apenas daba luz, pero era capad de deslumbrar muchas cagas en apariencia pesadas, y libros, libros tirados por todos lados, aparte de alguna telaraña y mucho polvo, demasiado diría yo.

Empuje con todas mis fuerzas una de las cajas contra la pared, asombrada de mi propia fuerza la caja se movió, despacio, pero se movió. El movimiento de la caja hizo que se desprendiera aun más polvo del que había, lo que causo que yo tosiera precipitadamente, e intentara con las manos desplazar el polvo de enfrente mio. Después del ataque de tos, me senté en aquella caja, poniendo mis piernas a la altura de mi barbilla, y recosté mi cabeza sobre la pared.
A los pocos segundos mi móvil, empezó a vibrar, del susto por casi me caí de la caja, pero pronto me estabilice, no me había acordado de que tenía el móvil en el bolsillo. Rápidamente lo saque del bolsillo, y vi que se trataba de un mensaje, un mensaje de mi hermana, aquello me derrumbo, la echaba mucho de menos, la añoraba. Miles de emociones recorrieron mi cabeza, nostalgia, tristeza, melancolía, todas daban como resultado lo mismo, llorar, y eso nunca, nunca lo permitiría así que suspire, deje el móvil a un lado, y puse mi cabeza entre las piernas. Leería el mensaje después, por que si lo leía ahora iba a ser peor.
Así que allí me quede suspirando, en paz y tranquilidad, en aquel sótano de la universidad.